Muchos proyectos de automatización fallan no por la solución ni por el proveedor, sino porque la organización todavía no estaba lista. La madurez operativa es lo que determina si la automatización avanza rápido o se detiene en cada paso.
Diagnosticarla no es complejo: es honesto. Y empieza por entender dónde están las brechas reales.
El proceso debe ser estable, repetible y trazable. Si cada equipo lo ejecuta distinto o si hay reglas “implícitas”, la automatización será frágil.
La automatización es tan buena como los datos que usa. Datos incompletos, duplicados o dispersos generan fallas.
Señales de alerta: aprobaciones sin soporte, nombres inconsistentes, decisiones que dependen de archivos externos.
No se trata de burocracia. Se trata de cuidado. Una automatización sin dueño se deteriora rápido.
Si negocio, tecnología y operación no trabajan alineados, la automatización se estanca. Antes de automatizar, revisa si existe una cultura de comunicación clara y expectativas compartidas.
Automatizar procesos críticos exige madurez. No es un indicador técnico: es un indicador organizacional. Diagnosticar estas dimensiones evita fallas futuras y acelera resultados.